martes, 2 de septiembre de 2014

LOS PENSAMIENTOS NEGATIVOS PUEDEN ARRUINARTE LA VIDA


El año pasado se llevó a cabo un estudio con más de 30,000 personas que reveló que repasar una y otra vez eventos negativos, particularmente a través de la rumiación y la culpa eran los mejores predictores de los problemas psicológicos más comunes. Este estudio nos indicaba que lo qué pasa realmente no es lo importante. Lo que determina nuestro bienestar psicológico es lo qué pensamos acerca de lo que nos pasa.

Sabemos que nuestra genética y las circunstancias que nos toca vivir contribuyen a nuestra salud mental. Los resultados de este estudio indicaban que la razón principal por la que alguien podía sufrir ansiedad o depresión eran los eventos traumáticos. Pero, lo que la persona piensa acerca de estos eventos, y cómo los afronta, modula el nivel de estrés y de depresión que sentirá.
La rumiación y los pensamientos negativos acerca de una situación no nos hacen ningún bien.
La voz crítica interior
Nuestra mejor baza es la autocomprensión a través de la autocompasión. Un actitud curiosa, abierta, de aceptación y amor hacia nosotros mismos es la mejor arma para hacer frente a uno de los mayores obstáculos en la vida: nuestra voz crítica interior.
Ésta voz interior es el lenguaje del enemigo. Es un diálogo interno que conduce a la rumiación, la autoaversión y la autoculpa. Nos avergüenza, nos asusta, se mofa de nosotros y nos limita o nos lleva a comportarnos de forma autodestructiva. Nos dice que no confiemos en las personas que amamos. Nos anima a que no intentemos alcanzar una meta. Nos avisa de los posibles peligros para mantenernos seguros en un miserable pero familiar caparazón.
Todos tenemos esta voz aunque se manifiesta de manera distinta. A lo mejor está centrada en tu carrera profesional, tal vez en tu vida amorosa. Por tanto, la batalla más importante de tu vida es la que se desarrolla dentro de ti, el verdadero tú contra tu voz crítica interior. Pero la buena noticia es que eres capaz de ganar esta batalla.
No podemos cambiar nuestra historia familiar o nuestras experiencias de vida, pero si podemos cambiar lo que pensamos acerca de los acontecimientos vividos. Un psicólogo puede ayudarte a cambiar esta manera de pensar y enseñarte estrategias de afrontamiento positivas que pueden mitigar e incluso reducir los niveles de estrés.


Ganar la batalla en 2 pasos.
1. Reconocer a la voz crítica interior cuando habla. ¿Cuándo empiezas a atacarte?, ¿es cuando vas a dar una charla en público?, ¿cuándo vas a hablar con la persona que te gusta? Esto te ayudará a reconocer los escenarios en los que más te criticas, podrás estar alerta porque sabrás cuando es más probable que aparezcan éstas voces. Incluso, estarás mejor equipado para ignorarlas.
2. Cero tolerancia con lo que te diga esa voz. Cada vez que aparezca el pensamiento, páralo. Parece el paso más sencillo, pero será un gran desafío. Las técnicas de parada de pensamiento e incluso de distracción de pensamiento derrotan al enemigo.

jueves, 20 de marzo de 2014

NO LO TOMES PERSONAL

¨No te tomes las cosas personal. Lo que otros dicen de ti es su realidad, no la tuya.¨ - Muchas veces asumimos que lo que otros piensan de nosotros es un hecho o una verdad, dándole excesiva importancia a la aprobación que otros nos dan o no. Sin embargo, nos olvidamos que cada persona tiene una perspectiva subjetiva particular y que esta puede ser válida, pero también incompleta, poco realista o sesgada! Escuchemos otras perspectivas de nosotros, pero sepamos diferenciar entre su interpretación y la realidad!. Esto contribuirá a que logres más fácilmente la felicidad que buscas día con día.

lunes, 10 de febrero de 2014

LA DEPENDENCIA EMOCIONAL

LA DEPENDENCIA EMOCIONAL
Uno de los motivos de consulta más frecuente para los psicólogos es la dependencia emocional. Se trata de  un problema por el que se sufre una especie de “enganche” de la pareja porque existe una necesidad muy grande y continua de afecto.
Es algo similar a lo que se sufre con la dependencia del alcohol, por ejemplo, afecta tanto a hombres como  a mujeres. La diferencia está en que los hombres que la sufren tienden a ocultarlo mucho más por vergüenza, agravándose de este modo el problema.
Esta situación puede vivirse de forma puntual con una relación, pero lo más frecuente es que el patrón se repita con todas y cada una de las parejas que se tienen. Esta dependencia no se debe a razones más o menos objetivas (económicas, minusvalías de algún tipo…), sino que es puramente necesidad de amor. Quien la sufre es una persona con un miedo tremendo a la soledad y que no concibe su vida sin pareja.
Un hecho que resulta llamativo es que, generalmente, el dependiente emocional busca parejas dominantes, de carácter fuerte, más bien egoístas y egocéntricas, desconsideradas, posesivas e incluso déspotas, capaces de llegar al maltrato físico y/o psicológico,  a las que idealizan en extremo. Se vive por y para la pareja.
El afectado, a pesar de que reconoce este maltrato y desconsideración, no puede dejar de estar enganchado. Es capaz de pedir perdón, incluso, por cosas que no ha hecho, con tal de que su pareja “lo quiera” y esté contenta. La colmarán de regalos y atenciones y prácticamente vivirán alertas a los gestos de la pareja para que esté contenta en todo momento.
En la base del problema, se encuentra el hecho de una muy baja autoestima que lleva al dependiente emocional a despreciarse. Son críticos consigo mismos hasta el extremo y por ello se sienten culpables, incluso, del desprecio que puedan sufrir por parte de sus parejas. Lejos de mejorar, esta situación empeora con el paso del tiempo agudizándose esa relación de “dueño/a-súbdito” que se establece en la pareja.
El desprecio del otro aumenta a medida que también lo hace la sumisión de quien sufre dependencia emocional. Es frecuente también que la relación se rompa, pero no importa. El dependiente volverá una y otra vez a la pareja, del mismo modo que el alcohólico o el drogadicto vuelve a consumir. Con cada vuelta la situación empeora pues crece el desprecio de la pareja y disminuye la dignidad y la autoestima del dependiente  y si no tiene pareja, aparece algo similar al síndrome de abstinencia.
Se producen, incluso, enfrentamientos y rupturas con amigos o familiares por defender esta situación. El dependiente nunca llega a ser feliz. Sufre problemas de ansiedad y/o depresión y un cierto desprecio por sí mismo al ser consciente de que se está arrastrando ante alguien que no sólo no lo ama sino que incluso lo maltrata. Las personas cercanas al dependiente intentan hacerle ver que esa relación que mantiene es patológica y que sólo le hace sufrir. El dependiente se enfrentará a ellos por defender su relación e incluso exigirá a sus familiares un trato especial hacia su pareja, del mismo modo que él hace.
En su mente la persona con la que está es superior y todos los demás deben reconocer esto y hacer que esa persona sea feliz y tenga todo cuanto desee.  Esto conlleva, en la mayoría de los casos, una ruptura con sus familiares y amigos que hará que su dependencia aumente al encontrar como único apoyo en el mundo a la pareja. El aislamiento al que ellos mismos se conducen hace que el problema aumente.
También el dependiente puede llegar al abandono de sus propias responsabilidades laborales por satisfacer necesidades de la pareja. El deterioro social, familiar, laboral y personal del dependiente emocional puede llegar a ser tremendo. Si hay hijos, con mucha frecuencia se observan comportamientos de falta de respeto e incluso desprecio por parte de ellos hacia el progenitor dependiente. Aprenden a no respetar a alguien que se muestra tan falto de dignidad. También existe mala relación hacia el otro progenitor puesto que, como ya he indicado, suele ser una persona egocéntrica y desconsiderada que tampoco muestra cariño o preocupación por sus hijos.
Es fundamental  iniciar cuanto antes la terapia psicológica para conseguir desengancharse de la pareja. No hacerlo puede tener consecuencias nefastas puesto que, con frecuencia, se pasa al maltrato físico y/o psicológico. Sin embargo esto que es tan obvio, resulta muy difícil que se lleve a la práctica.
Como en cualquier otra adicción, es preciso que quien lo sufre reconozca que tiene un problema y desee buscar solución. Esto resulta harto difícil puesto que el dependiente siempre encontrará mil y una excusas para justificar su comportamiento: “No lo/la conocéis bien” “Me quiere muchísimo” “Yo también tengo la culpa”… No funcionará nunca ninguna terapia que no sea iniciada por propia voluntad y como en las demás adicciones, el primer paso sería la ruptura total con la pareja para conseguir salir de la situación problemática.
¿Cómo puede actuar la familia en estos casos? No cediendo nunca para no fomentar la situación. Es decir, no hay que hacer caso al dependiente que pretenderá que se siga tratando con deferencia, respeto absoluto y sumisión a su pareja. Se trata de no abandonar al dependiente pero no ser cómplice de su relación patológica.
Sólo se puede hablar con el enfermo y explicarle que siempre podrá contar con la ayuda de la familia cuando desee poner fin a la situación. Si esto se produce, acogerlo e impedir todo contacto con la pareja y acompañarlo a terapia. El psicólogo no sólo trabajará con el dependiente, sino que irá dando pautas a los familiares sobre cómo actuar a situaciones concretas.